Agosto

- Un bostezo. Girar sobre la panza gris y peluda, levantar la cola seseando como una serpiente y sentir no estar en el lugar adecuado. La sensación es tan extraña, tan extraña.

Bajar donde el amo y repetir el mismo juego. Maullar, mirar una eterna pelusa inexistente e irse. Pero eso ya no reconforta, no es divertido. A lo mejor vivir junto a humanos aturde los instintos. Afuera, el pelaje me llama, el aroma despierta mis garras, los maullidos estimulan mi instinto, pero no mi atrevimiento. Soy un gato común y el resultado final es siempre el mismo, gana el gato más fuerte y yo, acostumbrado a las comodidades del amo, sufro por el temor y el fracaso venidero.

Los humanos siempre contaminan. Sí, soy un gato cobarde. Tengo al temor paralizante y la esperanza soñadora de compañía, dualidad extraña, pero muy común en soledad.

Maúllo a las estrellas, veo los miles de ojos que observan desde lo alto, me guiñan y me pregunto en qué lugar estará el tejado para llegar allá y ser uno de esos miles de gatos encaramados entre las nubes.

- Un bostezo, girar sobre la panza, la cola levantada seseando como una serpiente y un mirar abstraído sobre las estrellas. La imagen se mantiene como una estatua. - ¿Estar con ellos o estar con él? - La imagen de ese gato astrónomo es más fuerte que mi instinto, ni el maullido más íntimo lo estremece.

Regresar desgreñada donde mi ama, despertarla a deshora con un gran maullido. Pasar el día girando sobre la panza, moviendo en seseo mi cola blanca y nada. No es divertido, aunque lo es cuando lo observo a distancia. - ¿Por qué mirará las estrellas?

Esperar la noche rodeada de pelusas en el comedor. Verlas nacer al entrar en la luz y verlas morir en la sombra. No es divertido si se piensa en aquel gato todo el tiempo. Deben ser los humanos, mi dueña me ha traspaso sus gérmenes de confusión.

- Escalar el tejado más alto, buscar aquel escalón al cielo. Maullar y obtener como única respuesta los guiños lejanos y sin emoción de un puñado de estrellas.

- Escalar el tejado más alto para encontrarlo a él. Para conocer la razón de su lejano mirar. A lo mejor su techumbre posee estrellas distintas. Maullar lastimera, observarlo a distancia. Dirigirme a él rozando las latas con mis esponjas, rodearlo y expeler el aroma más intenso. Sesear nerviosamente mi cola blanca y esperar lamiendo mis garras.

- Observar las chimeneas recortadas en el cielo, buscar envuelto en aquel aroma irresistible un eslabón con el cielo y entonces, encontrar a boca de jarro ese pequeño par de luceros coronados por un cometa. Observar sin respirar esa nerviosa cola blanca y admirar su belleza.

Y descubrir con el corazón hinchado que las estrellas también pueden brillar en la tierra. A veces, y digo, sólo a veces. También ocurre lo imprevisto y el gato que gana es el menos fuerte.

 

Alfonso Quiroz Hernández

 

 

 

 

Licencia Creative Commons

cuentos.alfonsoquiroz.cl por Alfonso Quiroz Hernández se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

 

 

Las imágenes son retoques digitales de mi autoría. La fotografía del gato de la cabecera es obra de Petra Bajusová. La fotografía de estrellas de la cabecera es de WikiImages. La fotografía del fondo de esta web es de Gerd Altmann. Mis agradecimientos a ellos y a Pixabay, el portal de fotografías gratuitas.